-
Arquitectos: Rafal Mazur
- Área: 1275 m²
- Año: 2013
-
Fotografías:Joanna Nowicka
El centro cultural se encuentra en el distrito de Dab en Katowice, Polonia - una zona conocida por las minas y la industria. El concepto del edificio vincula dos aspectos importantes del sitio. Una conexión de los espacios verdes se realiza desde el extremo norte de la calle tradicional de Silesia hasta el extremo sur. El borde entre el edificio y el espacio verde es invisible. El techo en forma de "Z" en planta se eleva dos pisos desde el nivel de suelo. La forma de la sección está inspirada por las minas, ya que todos los servicios del programa se encuentran "bajo tierra".
El edificio está integrado a nivel de la calle para promover la interacción urbana. A nivel de suelo, hay dos plazas destinadas a crear espacio público familiar. Esto es importante, ya que el edificio está ubicado en el camino que conecta dos partes principales de la ciudad. La forma de la cubierta que se eleva es estrictamente funcional. Satisface la necesidad de hacer una segunda entrada independiente a la biblioteca, que se encuentra en el segundo piso. La biblioteca amplía su uso para incluirse en la terraza ajardinada arriba, lo que permite la lectura al aire libre y la privacidad del ajetreo de la calle.
El hall principal del edificio es un espacio de galería, el cual es accesible para peatones aún cuando el edificio está cerrado. La materialidad interior del edificio consiste principalmente de la combinación de ladrillo y estuco. Como contraste ante estos materiales cálidos, la piel exterior consiste de vidrio con refuerzos de acero. Es importante que el centro cultural mantenga un sentido de transparencia, que invita a ser visto y promueve su visita. El detalle de la fachada es un marco negro minimalista que enmarca lo que está adentro, lo activa y lo vuelve atractivo. La fachada de acero negro al estilo de Mies Van der Rohe respeta la memoria de la minería industrial.
Este edificio inicia una variedad de interacciones personales, ya que esto es lo que forma una cultura. Integra áreas verdes abiertas con la calle urbana angosta, provee un subsuelo funcional en contraste con el primer piso público, y usos más privados arriba, y convierte un camino peatonal en un lugar para estar. Esto se logra alejando la forma del edificio de sus límites, tanto física como experiencialmente, creando así una forma libre para la auto-expresión.